
(Photo: Johannes Simon)
Perspectiva
GeoingenierÃa solar, soberanÃa y argumentos a favor del realismo ecológico
Beth Chalecki sostiene que los Estados aferrados a una visión anticuada de la soberanÃa podrÃan ver en la geoingenierÃa solar un medio para desestabilizar a sus rivales. Sin embargo, sugiere que si reconocen las realidades ecológicas del mundo, puede haber una vÃa de colaboración para avanzar en estas polémicas tecnologÃas.
Desde el punto de vista de la seguridad internacional, el cambio climático es el kraken. La expansión china, las armas nucleares, las invasiones rusas, las organizaciones extremistas violentas… son amenazas a las que los Estados ya saben cómo enfrentarse. El cambio climático, por el contrario, afecta a la (in)estabilidad a largo plazo de todo el sistema global.
Ese sistema se basa en Estados soberanos y en su cooperación voluntaria entre sÃ. Los elementos clave de la soberanÃa en relación con la geopolÃtica son que las naciones tienen derecho a determinar sus propios intereses y que el territorio de cada nación es inviolable por otros Estados. El principio polÃtico de reciprocidad mantiene estos elementos operativos: yo no interfiero en tus asuntos si tú no interfieres en los mÃos.
Sin embargo, como concepto operativo en las relaciones internacionales modernas, la soberanÃa se ha visto erosionada de diversas maneras: por las empresas multinacionales y los flujos financieros mundiales, por las pandemias, por las normas y obligaciones del derecho internacional humanitario y los supuestos de protección de las poblaciones vulnerables. Ahora la soberanÃa ha sido destruida de facto por nuestro creciente reconocimiento de las amenazas que plantea el cambio climático global. Pero los Estados siguen aferrándose a ella a la hora de formular planes, estrategias y convenios porque es lo único que conocen.
El concepto de soberanÃa ha limitado nuestro pensamiento hasta el punto de considerar la geoingenierÃa solar como una respuesta racional a una crisis climática que no queremos o no podemos limitar de ninguna otra manera. El régimen de derecho internacional consuetudinario ha fracasado en lo que respecta al clima. Los Estados no pueden o no quieren asumir el costo y el trabajo necesarios para la mitigación, para no perder ventajas comparativas con respecto a otro paÃs soberano, y están más que felices de dejar que el costo de la adaptación lo asuman las personas que tienen la mala suerte de necesitarla. Esto nos deja con nuestra tercera opción: tecnologÃas de algún tipo que alteren el clima.
Las implicaciones cientÃficas y éticas de la geoingenierÃa solar, en particular de la inyección de aerosoles estratosféricos (SAI), se han expuesto en otros lugares, pero yo quiero hablar de las implicaciones para la seguridad. He sido consultor sobre este tema para el Ejército de Estados Unidos, la Oficina de Evaluación de la Red del Pentágono, el Mando Estratégico de Estados Unidos y la OTAN, y el paradigma realista de la seguridad no ha cambiado. Los Estados siguen considerando la seguridad como su principal valor, pero la soberanÃa en la que confÃan para su seguridad se erosiona con cada microbio, ciberataque u ola de calor. Los Estados siguen pensando que están seguros si pueden repeler ejércitos extranjeros. Pero, ¿pueden repeler una marejada ciclónica?
Para hacer las cosas más turbias, a pesar del impresionante alcance planetario de la geoingenierÃa solar, son los Estados de las grandes potencias los que tomarán las decisiones sobre si desplegarla, cuándo y cómo.
Las grandes potencias son los Estados con más probabilidades de tener la capacidad cientÃfica para desarrollar e implementar la geoingenierÃa solar. Si la comparamos con otras tecnologÃas globales del siglo pasado que cambiaron las reglas del juego, como la ciencia atómica, las vacunas e Internet, está claro que en todos los casos la idea nació en el mundo desarrollado y se puso en práctica para su propia seguridad y bienestar, y luego se exportó a otros paÃses que sentÃan que debÃan tenerla para mantenerse al dÃa. La privación de cualquiera de estas tecnologÃas puede comprometer la posición global del paÃs que no la posea: la falta de energÃa nuclear significa una mayor dependencia de los combustibles fósiles; la falta de acceso a Internet significa quedar excluido de la eficiencia de los servicios de información globales; la falta de vacunas significa muertes continuas, ralentización económica y el surgimiento de nuevas variantes.
Esta proeza cientÃfica hace que el atractivo de la «solución tecnológica» sea a menudo irresistible para los responsables de formular polÃticas, especialmente cuando las otras opciones son costosas (reducción de emisiones) o dolorosas (adaptación). Debido a su posición hegemónica en el mundo, las grandes potencias son las más propensas a pensar que sus propias preocupaciones de seguridad valen más que cualquier riesgo planetario que la geoingenierÃa solar pueda entrañar. Inherente al estatus de gran potencia hay una cierta arrogancia de que el destino del mundo, o al menos de una región del mundo, está bajo su control. A pesar de todo lo que decimos sobre el principio de autodeterminación de la ONU, los Estados más pequeños están casi siempre a merced de las decisiones que toman las grandes potencias.
Estados Unidos está avanzando en la consideración y planificación de la tecnologÃa de geoingenierÃa solar, por lo que no es probable que los argumentos cientÃficos y éticos en contra influyan en el proceso de decisión de los responsables de formular polÃticas. Si Estados Unidos sigue adelante con esto, otras naciones le seguirán, en la medida de sus capacidades. Incluso dejando de lado cualquier beneficio económico secundario, como el desarrollo de nuevas tecnologÃas, no pueden permitirse que Estados Unidos gane la hegemonÃa operativa sobre la atmósfera. El Estado que primero despliegue la geoingenierÃa solar a gran escala iniciará la carrera armamentÃstica climática.
¿La geoingenierÃa solar podrÃa utilizarse como arma? No en el sentido tradicional de apuntar y disparar, pero realmente depende de lo que entiendas por «arma». La guerra y los conflictos entre Estados han evolucionado en los últimos tres cuartos de siglo, y a medida que los paÃses se enriquecen y se interrelacionan económicamente, la guerra abierta no parece tan buena idea. Pero esto no significa que la rivalidad entre grandes potencias haya desaparecido. Ahora, la geoingenierÃa solar o cualquier tecnologÃa que pueda cambiar el clima de un Estado rival, aunque sea lentamente, podrÃa utilizarse como arma ofensiva de desestabilización como parte de la estrategia de zona gris de un Estado. El conflicto de la zona gris se sitúa entre la guerra y la no-guerra, y se ha hecho más frecuente a medida que los riesgos y costos de la guerra tradicional de la alta polÃtica la han hecho menos atractiva. Sin embargo, una vez desarrollada una tecnologÃa, la lógica de la soberanÃa implica que las naciones la utilizarán para obtener una ventaja sobre sus rivales.
Se necesita tiempo para que evolucione un nuevo paradigma de seguridad, y nuestra interpretación actual de la hegemonÃa soberana no permitirá ninguna otra versión de las relaciones internacionales o de la seguridad en la década o poco más que nos queda para doblar la curva de las emisiones de gases de efecto invernadero hacia abajo. Los Estados seguirán buscando el desarrollo y despliegue de la geoingenierÃa solar a través de la lente de lo que Bernard Baruch llamó «soberanÃa estrecha», a pesar de que esto es exactamente lo que nos ha fallado en la perpetuación de este problema y en la construcción de cualquier posible solución. Entonces, ¿qué podemos hacer?
Realmente me gustarÃa tener la respuesta perfecta, pero lo más cerca que puedo llegar es esto: el avance de los efectos del cambio climático y el tratamiento de la gobernanza de la geoingenierÃa apuntan a un nuevo paradigma de seguridad de las relaciones internacionales llamado «realismo ecológico«, en el que el mantenimiento y la protección de una biosfera planetaria estable es el principal objetivo de seguridad de toda nación. Esto significa que los Estados tienen un incentivo de seguridad para dar prioridad a la protección del clima con el fin de evitar que sus ciudadanos sufran las peores consecuencias. Según el realismo ecológico, pueden perseguirse otros objetivos de seguridad junto con la protección del ambiente, pero cuando otros objetivos entran en conflicto con la estabilidad ecológica, ésta tiene prioridad en la toma de decisiones.
¿Cómo podrÃa ser el realismo ecológico en la práctica? Pues bien, dado que la economÃa, la salud pública, la identidad cultural, las relaciones diplomáticas con los paÃses vecinos y la seguridad nacional de un paÃs dependen de un ecosistema sano, el realismo ecológico no deberÃa suponer un gran salto conceptual para la mayorÃa de los Estados soberanos del sistema mundial- Las nuevas normas de intervención de las fuerzas militares pueden prohibir la destrucción de recursos ambientales durante los conflictos. El comercio supuestamente libre puede desecharse en favor de normas preferenciales para los Estados que alcancen sus objetivos de reducción de gases de efecto invernadero, una especie de Club del Clima. Una campaña propagandÃstica puede ayudar a crear nuevas normas y leyes en torno al uso de tecnologÃas como la geoingenierÃa solar para desalentar su despliegue unilateral.
Sé lo que estás pensando: claro, Beth, suena genial, pero ¿cómo lo logramos? Los detractores, tanto en el campo de la geoingenierÃa como en el de las relaciones internacionales, piensan que esta idea existe como Lagrange 1. Pero los Estados que rechazan el realismo ecológico están trabajando en contra de su propia estabilidad climática y ecológica, y poniendo en peligro su propia seguridad futura. El hecho de que los Estados ya estén considerando la geoingenierÃa solar significa que no tienen una respuesta: están admitiendo implÃcitamente que las actuales normas de seguridad mundial han fracasado ante la crisis climática. La Estimación Nacional de Inteligencia sobre el Cambio Climático y las Respuestas Internacionales de 2021 afirma rotundamente que el cambio climático aumentará los riesgos en todo el mundo y que la descarbonización no está avanzando lo suficientemente rápido como para compensar estos riesgos.
Un despliegue unilateral de geoingenierÃa solar es provocador en un clima de desconfianza. La falta de acuerdo internacional sobre la intervención climática no impedirá que una gran potencia siga adelante si tiene la capacidad y cree que le interesa hacerlo. Sin embargo, si los Estados intentaran aplicar la geoingenierÃa solar bajo el paradigma del realismo ecológico, podrÃan aliviar algunos de los temores de una carrera armamentÃstica climática, al tiempo que permitirÃan a los Estados emplear lo que los canadienses llaman una «estrategia dentro de la estrategia»: asegurarse de que se satisfagan sus necesidades de seguridad al tiempo que se refuerza el orden internacional basado en normas.
El realismo ecológico podrÃa enhebrar la aguja de la soberanÃa, el posicionamiento de las grandes potencias y un ecosistema global en declive incentivando su protección. Tal y como yo lo veo, tenemos dos opciones: o nos aferramos a la soberanÃa y dejamos que el clima se vaya al infierno, o reconocemos la indivisibilidad del ecosistema y anteponemos su preservación para nuestra seguridad.

Elizabeth L. Chalecki es Profesora Asociada de Relaciones Internacionales en la Universidad de Nebraska Omaha, Investigadora en el Programa de Cambio Ambiental y Seguridad del Woodrow Wilson Center, e Investigadora e Investigadora Titular en Fulbright Canadá. Sus campos de especialización son el cambio climático y la seguridad, la polÃtica medioambiental internacional y la intersección entre la ciencia, la tecnologÃa y las relaciones internacionales. La Dra. Chalecki es autora de investigaciones pioneras sobre geoingenierÃa y teorÃa de la guerra justa, y ha publicado más de 25 obras sobre temas diversos como terrorismo ambiental, derecho internacional y formación de regÃmenes de geoingenierÃa. Es experta en seguridad climática para la OTAN y Mad Scientist oficial del Ejército de Estados Unidos.
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